En su
primer añito, los niños están para comérselos. Son una monada y a los padres
nos deleitan con sus primeras carantoñas, que se basan en tirar besitos con las
manos. En cuanto a la sociabilidad del bebé, se percibe un aumento. El niño ya
no quiere estar solo bajo ningún concepto, necesita verse rodeado de gente. Y
si lo está, romperá a llorar.
Pero no
sólo necesita compañía afectiva, sino también para el ocio. Él no quiere estar
ni jugar solo. Aún depende mucho de sus papás para sentirse seguro, y lo
seguirá haciendo también aunque sea mayor. Asimismo, cada día comprende mejor
lo que le dicen, aunque su capacidad de hablar sea limitada y balbuceé palabras
ininteligibles para los padres. No obstante, se nota una evolución y ya puede
perfectamente decir su edad enseñando el uno con el dedo indicador.
Ahora el
pequeño comienza también a mostrar su carácter. No sabe hablar bien, pero sí
sabe reaccionar cuando no quiere algo o sencillamente le molesta. Alguna que
otra rabieta puede surgir en esa etapa, debido a que el bebé probará algo de
independencia al transitar de un lado a otro. Eso le dará más confianza y por
lo tanto reaccionará con enfado delante de sus propias limitaciones impuestas
por sus padres.
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